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Si no sentimos nada, lo ético es dejarlo

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Si no sentimos nada, lo ético es dejarlo

Lo dice mucha pareja al borde de la ruptura. Y se lo plantea El País, en un reportaje reciente en el que trata de explicar el porqué de tantos fracasos. Cita a mucho autor americano, más confuso que Woody Allen en un garaje, y se hace de la cosa un lío, ya que da por hecho que el amor se acaba. ¿Se acaba? Pónganse cómodos.

Todos deseamos amar y ser amados. Sin embargo, muchas relaciones afectivas terminan convirtiéndose en sinónimo de rutina, conflicto y sufrimiento. A pesar de nuestras buenas intenciones, muy pocas parejas logran mantener encendida la llama del amor con el paso del tiempo”, decía El País en un reportaje aparecido el domingo pasado con el título “¿Por qué se termina el amor?”. Hasta aquí todo OK.

Luego el periódico de Prisa se despeña por el abismo del tópico o de la ignorancia. Pero al menos da en el clavo en un punto crucial: los que se casaron prendados y terminaron hastiados años después habían cometido el error más común: confundir amor con enamoramiento. Ésa es una de las causas más típicas de ruptura, pero el hombre (y la mujer) es el único animal que tropieza siempre en la misma piedra.

Ojo, y yo el primero. No resulta sencillo distinguir una cosa de otra, tal vez por la fuerza arrolladora que tiene ese tsunami emocional llamado enamoramiento. Rebobina y recuerda la última vez que te quedaste loco/a por otro/a. Dijiste: ¿cómo nadie más en el mundo se ha fijado en ese chico (o en esa chica)?, ¿cómo ha podido pasar desapercibida esa maravilla andante y Naciones Unidas no ha declarado el Año Internacional de Pepe (o de Pepita)? Si la cosa fue a más, descubriste que sólo eras feliz con él, y concluiste que nada malo te sucedería a su lado. Lo cual es precioso, pero también engañoso.

La mejor definición del enamoramiento es la más graciosa: Estado de Imbecilidad Transitoria, EIT. La hizo el médico humanista Gregorio Marañón. En esas tres palabras está todo dicho.
¿Eso significa que el enamoramiento es malo? En absoluto. Porque no puede llegarse a la siguiente y más importante fase (el amor) si no se pasa primero por el Estado de Imbecilidad Transitoria.
Sin embargo, eso no es exactamente el amor. Hay mucho de instinto, de ceguera, y también de pasividad y poco de voluntad, que es el ingrediente imprescindible del amor. Una cosa es sentir y otra querer. ¿Cuál es entonces el paso del enamoramiento al amor? El lenguaje cotidiano nos da una pista: es el paso de “me gusta” a “la quiero”.

Solemos confundirnos. Creemos que gustar ya es querer, lo cual lleva a errores mayúsculos. Un señor casado y con hijos puede sufrir un EIT con una compañera de trabajo; y una chica comprometida puede sentir atracción por un amigo de su novio. ¿Qué quiere decir eso? Nada. Que el instinto funciona, que el otro sexo atrae en general, y una persona con nombre y apellidos, en particular. Nada más.

¡Pero es que a veces cuesta renunciar! Sin duda. Del mismo modo que cuesta renunciar a birlar una moto fantástica o a seguir en la oficina en lugar de irse de copas. Ni más ni menos. El problema es que muchos confunden enamoramiento con amor y están siempre de copas, incluso toda la vida.

El enamoramiento se apaga inexorablemente, como indica su nombre (Estado de Imbecilidad Transitoria), incluso respecto a la persona con la que te casas. Pero eso no significa que el amor se acabe. El fracaso de muchas parejas es querer prolongar esa fascinación que sentimos hacia el otro. Han confundido el amor con un espejismo.

Y cuando se apaga su EIT respecto a la persona elegida optan por buscarlo ansiosamente en otra. Lo que a algunos les pasa hoy en día es que están enamorados del enamoramiento. No quieren pasarlo mal por otro, sino sólo flotar en una nube.

¿Cómo distinguir amor de enamoramiento? Para eso está el proceso de elección de pareja, un margen de tiempo para adoptar una de las decisiones más cruciales de la vida, y en su caso, el noviazgo.

La verdadera lista de bodas no es el ajuar ni los regalos, sino el listado de temas que él y ella tienen que abordar antes de iniciar su vida en común. Y ahí entran el trabajo, el dinero, los hijos, la concepción de la vida, el carácter, las virtudes, los defectos, los padres y hermanos de cada uno, los amigos, las circunstancias personales y profesionales… Hay materia de sobra para estudiar con la misma seriedad y método que con los que se acomete una oposición a judicaturas.

¡Menuda tarea! Naturalmente, ya que se trata de la decisión más trascendental de tu vida: más que la elección de carrera. Insistimos en esto porque algunos se tiran alegremente a la piscina y se echan novio o novia como quien decide el modelo de coche. Y no tiene sentido invocar a la mala suerte cuando te has dado el batacazo si no has preparado el matrimonio con responsabilidad.

pijamapara2@hotmail.com

*Alfonso Basallo es periodista de Intereconomía, padre de familia y autor del libro Pijama para dos.

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